Immanuel Kant (1724-1804) nació en Königsberg, en Prusia Oriental, ciudad industrial y próspera que contaba en la época con unos 50.000 habitantes. Su padre, Johann-Georg, que era guarnicionero de profesión, se había casado en 1715 con Anna Regina Reuter, con la que tuvo nueve hijos, de los que Kant era el cuarto. Retrato según un grabado de la época.
Filosofia para Secundaria. Los sistemas filosóficos en su marco histórico y sociocultural, con glosario, ejercicios, técnicas de estudio, textos, etc
Las éticas de la felicidad reciben también la denominación de “éticas materiales”. Las éticas materiales describen y analizan la estructura de la felicidad humana y tienen en común los siguientes aspectos:
l Sus principios y normas (imperativos) están siempre dirigidos a la búsqueda y obtención de la felicidad como el fin último de la acción humana. La felicidad es un concepto indeterminado que sólo permite una descripción general de carácter psicológico.
- Son éticas del bien. Un bien es cualquier fin que propicia la búsqueda y obtención de la felicidad. Por tanto, hay distintos bienes o fines buenos para el hombre, que incluso pueden resultar contradictorios (p.e. el fin puede ser los bienes materiales o la renuncia completa a los mismos). Cada una de las éticas materiales determina lo que se entiende por felicidad en función del fin propuesto, a partir del cual elabora sus imperativos morales, es decir, los principios y normas del sistema moral de que se trate. El fin supremo, según los sistemas morales, puede ser el placer (hedonismo), la utilidad individual (egoísmo) o social (altruismo), los bienes materiales, como el éxito, el dinero y la fama (materialismo), el conocimiento (intelectualismo) o la salvación trascendente (cristianismo, entre otras), etc.
- Son el “reino de la subjetividad”, puesto que a cada fin último le corresponde un nuevo código ético. Además, la naturaleza humana es proclive a la proliferación ilimitada de los fines en los que basa su felicidad. Las éticas materiales conducen necesariamente al pluralismo ético, cuando no a una mera ética de circunstancias (hoy me interesa seguir un fin, mañana otro y pasado mañana otro contrario al primero y segundo).
- Son éticas empíricas o a posteriori. Lo que determina a la voluntad a actuar son motivos basados en la experiencia, en los contenidos y las consecuencias visibles, probadas y evaluables del placer, el interés, la riqueza, el saber o la fe...
- Son éticas heterónomas. Una voluntad heterónoma decide siempre por motivos externos, no por un acuerdo interno, exclusivamente moral, de la voluntad con su propia norma al margen e incluso en contra de tales motivos. Tales motivos externos a la norma interna de la voluntad son muy variados: de carácter fisiológico, psicológico, sociológico, educacional, religioso...
- Se basan en principios o imperativos hipotéticos. Tales imperativos no son leyes morales, no valen de forma universal y necesaria. Sólo valen de un modo condicional, como medio para alcanzar un fin, el bien concreto que se trate. Son imperativos particulares, limitados por una concepción determinada del bien. Su forma es “Debes hacer X si quieres conseguir Y” (donde “Y” es el contenido concreto del bien).
La ética kantiana es formal porque no establece lo que se debe hacer (el fin, el contenido concreto y las consecuencias de la acción), sino sólo la forma en que debemos actuar. Una voluntad para la cual lo importante no es lo que se haga (materia del acto moral), sino que lo que se haga sea por acuerdo completo de la voluntad con su sentido interno del deber (forma de acto moral).
- Una voluntad que actúa por puro sentido del deber actúa mediante imperativos categóricos o principios morales incondicionados. La forma más general del imperativo categórico es la siguiente, “Se debe hacer X siempre”. Con palabras de Kant: Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre como principio de una ley universal. Por tanto, el imperativo categórico es único. De la forma vacía y exclusiva del imperativo categórico se siguen los múltiples ejemplos de imperativos de deber o leyes morales concretas. Los imperativos de deber, basados en la fórmula del imperativo categórico, son juicios sintéticos a priori de la moralidad. Sintéticos en cuanto hacen avanzar mi conocimiento de la moralidad en un ámbito determinado de la acción y a priori en cuanto son universales y necesarios. Es decir, no son principios subjetivos, coherentes o circunstanciales, sino rigurosamente racionales.
- Una voluntad que se prescribe a sí misma, que se da a sí misma su propia norma mediante imperativos de deber es una voluntad autónoma, por cuanto su orientación procede de su propia ley moral y no de motivos o causas externas (heteronomía de la voluntad). Otra formulación del imperativo categórico es la siguiente en palabras del autor: Obra de tal manera que la voluntad pueda considerarse a sí misma mediante su máxima como legisladora universal.
- Una voluntad autónoma es libre. En las éticas materiales la voluntad está determinada por la causalidad natural. Actúa movida por motivos empíricos, por causas fisiológicas, psicológicas, sociológicas, educacionales... que la impulsan necesariamente a actuar en una dirección determinada. Por tanto, como cualquier otro objeto de la naturaleza está sometida al principio universal de causalidad y, por tanto, no es rigurosamente libre. Sólo puede considerarse libre a una voluntad que no actúa por motivos empíricos, sino que es capaz de actuar al margen, e incluso contra, el orden de las causas naturales y darse a sí misma su propia ley.
- Una voluntad autónoma y libre, considera a los demás hombres no como medios para conseguir un fin (éticas materiales), sino como fines en sí mismos. Los principios racionales, universales y necesarios, de la ética formal kantiana, son leyes morales válidas para todos los hombres e implican una ética de fines, puesto que sólo el hombre como ser racional es un fin en sí mismo y nunca un medio para otro. Otra formulación del imperativo categórico subraya la universalidad de la ética formal kantiana: Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca meramente como un medio.