Para Wittgenstein (1889-1951), es lo mismo el pensamiento y el lenguaje; por tanto, los límites del pensamiento son los límites del lenguaje. La función de la filosofía es determinar con precisión lo que está dentro (tiene significado) y lo que está fuera de esos límites (es un sinsentido).

Se denomina «filosofía analítica» a una amplia corriente filosófica del siglo XX, con una amplia influencia todavía en la actualidad los países anglosajones, sobre todo, y que agrupa diversas posiciones filosóficas con supuestos teóricos muy distintos.
En términos generales se podría afirmar los rasgos más importantes que todas las posiciones que integran la filosofía analítica son los siguientes:
- Asigna al lenguaje un papel fundamental al considerarlo objeto de su reflexión. Los problemas filosóficos se convierten casi siempre en problemas lingüísticos. Concibe la filosofía como una actividad lógica de clarificación y análisis del lenguaje. 
- Algunas versiones o posiciones de la filosofía utilizan la lógica matemática como el instrumento imprescindible para abordar las cuestiones filosóficas.
Rechaza la metafísica entendida como una disciplina filosófica de carácter especulativo, deductivo y puramente racional.
Considera a las ciencias experimentales y formales como las únicas formas epistemológicamente válidas de conocimiento.
Las principales posiciones filosóficas de la filosofía analítica son el atomismo lógico, el positivismo lógico o neopositivismo y el positivismo terapéutico o filosofía del lenguaje ordinario

 

Cómo es el mundo realmente sólo puede mostrarse con claridad desde un lenguaje bien hecho. Un lenguaje artificial hecho a propósito para mostrar sin ambigüedades ni vacilaciones la estructura lógica de las proposiciones. Un lenguaje que nos permita figurar o representar la estructura de la realidad sin malentendidos o sinsentidos. Necesita un lenguaje en que la forma de los razonamientos aparezca separada o aislada del contenido. Un lenguaje que nos muestre la forma por sí misma, puesto que en el lenguaje natural forma y contenido se dan siempre unidos. En consecuencia, un lenguaje que separe la forma del contenido, que nos muestre la forma por sí misma, tendrá que ser un lenguaje artificial. Es decir, un lenguaje construido para tal fin. Un lenguaje que se ocupe exclusivamente de la forma será, necesariamente, un lenguaje formalizado: un lenguaje con un léxico y una gramática artificial.
El ideal lógico de un lenguaje artificial (como el de las matemáticas) es su presentación como un lenguaje formalizado. Un lenguaje formalizado es un lenguaje bien hecho, sin los problemas sintácticos derivados de la interpretación abusiva de las reglas de construcción de oraciones en el lenguaje natural, los problemas semánticos unidos a las ambigüedades, sinonimias, equívocos o paradojas del lenguaje natural y los problemas pragmáticos basados en la dependencia comunicativa de los lenguajes naturales con el contexto cultural.
Un lenguaje formalizado es un cálculo o sistema matemático interpretado que consta de los siguientes elementos compositivos.

 

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Las proposiciones de la mística, la metafísica, la ética o la estética… no pueden ser formuladas con sentido. Todas estas disciplinas surgen del sentimiento –muy humano, pero fallido- de que el lenguaje puede decir con validez sin necesidad de mostrar la estructura lógica de lo propuesto.
Lo que queda más allá o fuera de la estructura lógica o los límites del lenguaje, de lo que no se puede hablar, es el sentido del mundo, el sentido de la vida y de la
La función de la filosofía se convierte en el problema de lo que puede ser dicho con sentido y lo que no, o como dice Wittgenstein, lo que está dentro y lo que está fuera de los límites del lenguaje; dicho con otras palabras, lo que puede y lo que no se puede pensar con sentido; lo que está fuera de los límites del lenguaje (lo que no puede ser pensado ni expresado con significado epistemológico válido)  es aquello sobre que debe guardarse silencio.
No obstante, el lenguaje natural y su gramática, su semántica, su sintaxis y su pragmática, tiende a ocultar, oscurecer o enmascarar la forma lógica de las proposiciones. El lenguaje natural no es mejor instrumento epistemológico para conocer con validez el mundo. La complejidad de las construcciones sintácticas, la riqueza, variedad y matices del léxico, la relación inmediata entre significado y contexto… no favorecen sino que perjudican un conocimiento nítido del mundo.

 

El Tractatus lógico-philosophicus es uno de los libros de filosofía más preciso y a la vez más enigmáticos de la filosofía contemporánea. Es un libro que admite más de una interpretación debido a su complejidad conceptual y al espacio de significados posibles que abre al lector. La obra consta de siete grandes temas o proposiciones iniciales, cada uno de los cuales va seguido de un desarrollo conciso, riguroso y asertivo de sentencias cortas, en forma de epígrafes de distintos niveles que se presentan por orden de importancia o relevancia filosófica.

 

Esta nueva teoría del lenguaje conduce a Wittgenstein a una nueva concepción de la justificación y función de la filosofía. A diferencia del Tractatus ya no considera que la tarea de la filosofía sea el análisis de las proposiciones del lenguaje ordinario para depurarlas de errores y ambigüedades y llevarlas a su correcta forma lógica.
En esta nueva filosofía del lenguaje los términos y expresiones del lenguaje ordinario están bien como están; están en perfecto orden, por lo que no es preciso llevarlas o traducirlas al lenguaje ideal de lo lógica formal; de lo que se trata ahora es de comprender las reglas de uso correcto que permiten realizarla en un contexto comunicativo. La tarea de la filosofía debe comenzar por no malentender las reglas de uso de las proposiciones en el lenguaje ordinario.
Si en el Tractatus las proposiciones tenían una forma lógica correcta o incorrecta, en las Investigaciones… las proposiciones sólo pueden ser entendidas o malentendidas.
Desde un punto de vista filosófico, lo verdaderamente relevante es el hecho de que las proposiciones del lenguaje ordinario puedan ser malentendidas. En realidad, dice Wittgenstein, de no haber estos malentendidos lingüísticos no existirían los problemas filosóficos. Si nuestra comprensión de los usos del lenguaje (de las reglas precisas de los juegos lingüísticos) fuera siempre impecable y nunca incurriéramos en confusiones acerca de los usos y reglas que se producen en los diversos contextos comunicativos, los problemas filosóficos no existirían.
Los problemas filosóficos tienen sus raíces en una insuficiente comprensión de la función de ciertas expresiones en determinadas situaciones o contextos comunicativos.

 

La existencia, la cristalización de un problema filosófico debe ser comprendida como un síntoma inequívoco de la existencia de un mal uso o uso abusivo de las reglas contextuales del lenguaje. Los problemas filosóficos surgen del desconocimiento de las reglas que nos permiten jugar correctamente a un juego del lenguaje.
La función de la filosofía, para Wittgenstein no consiste en resolver los problemas filosóficos sino en disolverlos. Como dice expresivamente la misión de la filosofía es mostrar a la mosca que ha quedado atrapada a encontrar e agujero de la botella para que pueda escapar.
La filosofía tiene una función terapéutica ya que los problemas filosóficos son, en el fondo, malentendidos lingüísticos. La función de la filosofía es restablecer el uso correcto del lenguaje ordinario, su misión es dejar las cosas como están. El filósofo trata las preguntas filosóficas como una enfermedad.
La disolución de los problemas filosóficos depende de la comprensión precisa de los abusos y malentendidos de la gramática del lenguaje ordinario; o lo que es lo mismo, aclarar el modo en que las reglas de uso del lenguaje han sido violentadas.
La labor de la filosofía e señalar y clarificar dónde, cómo y por qué el lenguaje ha originado un problema filosófico. Wittgenstein lo expresa del siguiente modo: La filosofía es la batalla contra el aturdimiento de nuestra inteligencia por medio del lenguaje.
Un problema filosófico revela que algo funciona mal en el lenguaje ordinario y la tarea de la filosofía es detectar la razón por la que esto sucede para impedirlo. En la medida en que los problemas filosóficos no son empíricos sino lingüísticos, no admiten solución sino disolución. Un problema filosófico no puede ser resuelto, solo eliminado. Como dice Wittgenstein, problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje se va de vacaciones…

 

 

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Según la teoría figurativa del Tractatus, es lo mismo el pensamiento que el lenguaje: la proposición es la única expresión del pensamiento e, inversamente, sólo podemos pensar mediante el lenguaje. Dicho con otras palabras: los límites del pensamiento son los límites del lenguaje.
El problema epistemológico clásico en torno al origen, condiciones, alcance y límites del conocimiento humano puede ser replanteado ahora como una investigación sobre el lenguaje, en los siguientes términos: a) La identidad entre pensamiento y lenguaje. b) La proposición lógica es el vehículo del pensamiento. c) Los límites del pensamiento (de lo que se puede pensar con sentido) son los límites del lenguaje. d) Los límites del lenguaje y los límites del mundo coinciden (que exista un mundo más allá de los límites del lenguaje, de lo que puede pensado y dicho con sentido, es indiferente al conocimiento de la realidad, aunque puede tener interés para otras dimensiones del ser humano no relacionadas propiamente con el conocimiento).
La pregunta por el origen, condiciones, alcance y límites del conocimiento humano se convierte en una investigación sobre lo que puede ser dicho con significado o validez epistemológica y lo que no (lo que se puede y lo que no se puede pensar con sentido). Dicho con palabras de Wittgenstein, lo que está dentro y lo que está fuera de los límites del lenguaje. Preguntarse por el conocimiento humano es lo mismo que preguntarse por la estructura lógica del lenguaje.
Lo que está fuera de los límites del lenguaje es aquello precisamente sobre lo hay que guardar silencio. Sobre lo que no se puede hablar lo mejor es callar. En la estructura lógica o figurativa del lenguaje se agota la posibilidad de pensar con sentido el mundo. Todo lo que puede ser pensado con sentido, puede ser formulado correctamente en el lenguaje.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En esta segunda etapa de sus reflexiones filosóficas, Wittgenstein se pregunta cómo es posible establecer el significado de aquellos términos y expresiones que no son susceptibles de una descripción o explicación científica (entre otras las proposiciones de la filosofía). Wittgenstein contesta a esta pregunta, que evidentemente amplia el horizonte de la reflexión filosófica en relación con la etapa anterior de su pensamiento, con la teoría de los usos del lenguaje, la cual exponemos a continuación a grandes rasgos.
El lenguaje, explica Wittgenstein, tiene una multiplicidad de usos. En las Investigaciones… se considera al lenguaje como un número indefinido de actividades, de las cuales ninguna es figurar un hecho y sólo unas pocas son usadas para establecer proposiciones verdaderas o falsas: el lenguaje científico es uno de los muchos usos posibles del lenguaje.
Ahora Wittgenstein afirma que usar un término o una expresión es formularla en el contexto o entorno lingüístico que le corresponde, es decir, en el marco que adquiere su significado correcto. El significado consiste, por tanto, en el adecuado uso lingüístico. Para Wittgenstein, usar correctamente un término o expresión consiste en conocer las reglas socioculturales o de gramática contextual que permiten al hablante interpretar correctamente su significado pragmático, es decir, realizar adecuadamente la comunicación verbal en las distintas situaciones sociocultura­les o contextos comunicativos.
Así, afirma el filósofo vienés, algunos contextos son, entre otros muchos, “plantear cuestiones”, describir objetos y procesos”, “hacer encargos”, “expresar sentimientos y emociones”, “hacer ruegos”, dar órdenes”, formular promesas”, “hacer valoraciones morales”, “inventar historias” o “rezar”… A estos posibles e innumerables usos o actividades del lenguaje en los más diversos contextos y con muy variadas reglas de uso, Wittgenstein los denomina “juegos del lenguaje”. La propia filosofía es un juego del lenguaje.