Genéricamente, un valor es una cualidad que hace que algo valga (del latín valeo). Tiene una cualidad que la hace estimable o apreciable para nosotros por la que lo preferimos. Hay múltiples valores prácticos u  orientativos de la acción: morales, religiosos, políticos, estéticos, económicos, educativos o vitales. Ya nos hemos referido a las características de los primeros.

Los valores morales tienen una serie de propiedades.

- Bipolares. Los valores tienen dos polos. El polo positivo o valor y el negativo o contravalor. Tolerancia e intolerancia.

- Bivalentes. En parte su valor procede de la estimación personal; son subjetivos. Pero no totalmente subjetivos. Si así fuera, todos los valores tendrían el mismo valor, el que cada uno quisiera darle puesto que ninguna persona es por naturaleza superior moralmente a otra. En consecuencia, los valores tienen un fundamento objetivo, exterior y ajeno al sujeto, que los hace valiosos en sí mismos. La propiedad bivalente de los valores penetra el sentido mismo de la ética como filosofía moral.

- Jerarquizados. Hay valores que tienen más valor que otros. De tal manera que en un hipotético conflicto de valores el más valioso predomina sobre el menos valioso. La estructura piramidal de los valores en un hipotético código ideal o perfecto debería ser de carácter deductivo. en el vértice estarían los valores morales más genéricos: bueno, justo y honesto. De tales valores primeros se deducen los demás en orden descendente de jerarquía o importancia. Por ejemplo, la utilidad se deduce de lo bueno, la solidaridad de lo justo y la veracidad de lo honesto.

 

Todos los temas morales, que son objeto de reflexión crítica y orientadora por parte de la Ética normativa tienen una relación indirecta o directa con la actividad social y política.
La relación de la moral con la actividad social se resume en que la moral personal se construye siempre a partir de la moral social mayoritaria de una cultura. Aunque ciertos sistemas éticos, como la ética formal de Kant o el existencialismo de Sartre insisten en la autonomía de la razón práctica o en la soledad del individuo para elegir sus proyectos éticos, tal autonomía y libertad están siempre condicionadas por la moral dominante de una determinada sociedad.
Por lo que respecta a la relación de la moral con la actividad política: los códigos, proyectos y sistemas éticos más relevantes, como las declaraciones de derechos humanos, el pacifismo o el utilitarismo, siempre tienen una justificación ideológica y una proyección política.
Esta faceta esencialmente sociopolítica de la Ética normativa permite pasar de un modo justificado del ámbito primer ámbito de la razón práctica, la  acción moral, al segundo, la acción política. De aquellos temas y problemas morales que tienen una relación más directa con ambas actividades se ocupa específicamente la Filosofía social y política. Son temas fundamentales de la Filosofía social y política la relación entre legalidad y legitimidad, las clases de justicia y el fundamento del derecho, las formas de Estado y de gobierno o el respeto a los derechos humanos.

 

La acción, la racionalidad práctica del hombre abarca una multiplicidad de ámbitos: la moral, la religión, la política, el trabajo, la técnica o la creación artística. La filosofía práctica, paralelamente, se ha dividido en un conjunto de ramas especializadas que se han ocupado de la reflexión fundante en cada uno de esos ámbitos de la acción. La Ética, la Teología racional, la Filosofía del derecho, la Poiética y la Estética.

Vamos a dedicar esta Unidad a la primera de estas disciplinas filosóficas. La Ética, por tanto, en sentido técnico y no coloquial, es una disciplina filosófica que se ocupa de la reflexión sobre la dimensión moral del hombre o ámbito de la acción moral, también llamada moralidad.
A su vez, la Ética se subdivide, según su objeto y enfoque, en varias ramas.

- Filosofía moral. Su pretensión es la fundamentación teórica de la moralidad humana. Reflexiona sobre las características de la acción moral, la estructura de la acción moral o las dimensiones de la moralidad, entre otros temas y problemas. 

- Ética descriptiva. Se puede considerar como una rama de la Sociología. Su pretensión es la clasificación y sistematización teórica de las Mores o hábitos, tradiciones y costumbres morales establecidos y aceptados mayoritariamente por una determinada sociedad.

- Ética normativa. O aplicada. Su pretensión es el planteamiento -presentación y revisión- de valores, normas y códigos como un marco racional y crítico para la toma de decisiones. Se suele dividir en tres grandes apartados. Cada uno con un ámbito específico de tema y problemas:  Ética personal o individual, Ética comunitaria o interpersonal y Ética social y política.

- Ética histórica o sistemática. Se puede considerar como una rama de la Historia de  la Filosofía. Su pretensión es la exposición de las ideas o concepciones éticas de los grandes pensadores, corrientes y escuelas, así como la exposición de los principales sistemas éticos en los que tales ideas o concepciones pueden organizarse conceptual y axiológicamente (Eudemonismo, Hedonismo, Utilitarismo, Cristianismo, Formalismo, Materialismo). La forma más conocida de organización sistemática es la distinción entre éticas materiales y formales.

- Metaética. Es una reflexión epistemológica sobre la Ética como forma de conocimiento filosófico, sobre las características de la ética como forma de saber axiológico (el problema de la argumentación moral), así como su relación interdisciplinar con las Ciencias Humanas (Etología, Sociología, Antropología o Psicología) y las Humanidades (Derecho, Historia).

 

La dimensión biológica se centra en los aspectos filogenéticos de la moralidad. La Etología y la Psicología comparada, como ciencias de la conducta animal, han  investigado la organización social de las distintas especies, sus costumbres y sus hábitos, sus normas y reglas de  acción, muchas análogas a las humanas, es decir su peculiar moralidad. Muchos etólogos, como Konrad Lorenz (1903-1989), premio Nóbel en 1982, sostienen que el comportamiento animal y también el humano depende de su estructura biológica (sistema de instintos o pautas de acción fijas de la especie) y biosociológica (formaciones sociales que aparecen filogenéticamente).

La dimensión sociocultural se centra en los aspectos sociogenéticos de la moralidad. La cultura nos dice lo que debemos hacer, cuando, cómo y por qué. El ethos se refiere a los  sistemas normativos básicos, entre los cuales, además de las instituciones, los usos sociales y las leyes, están las denominadas mores o costumbres y tradiciones morales de esa sociedad. Las mores son un conjunto de normas de acción sobre lo que se considera conductas buenas o malas, aceptables e inaceptables, para el buen funcionamiento, integración y cohesión social. Tales normas son interiorizadas por el sujeto a lo largo del proceso de socialización y constituyen lo que los sociólogos denominan personalidad social del sujeto, a veces en consonancia, a veces en disonancia con su personalidad individual.

La dimensión psicológica se centra en los aspectos ontogenéticos de la moralidad. La Psicología como ciencia de conducta se ha centrado en los aspectos evolutivos del desarrollo de las pautas o patrones de conducta moral en el individuo a lo largo de su proceso de maduración individual. El Psicólogo constructivista suizo Jean Piaget (1896-1980), publicó en el año 1932 un libro capital sobre este tema, El criterio moral en el niño. Parte del supuesto teórico de que la moral consiste en un conjunto de reglas interpersonales que se van adquiriendo a  o largo de una serie de etapas o autorregulaciones. Estudió detenidamente el papel crucial de los juegos en el desarrollo normativo del niño y distinguió dos elementos evolutivos: la práctica infantil  de las reglas y la conciencia infantil de las reglas.

 

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Idealmente, la acción moral se basa en una decisión tomada mediante un razonamiento práctico. Es evidente que la racionalidad práctica o consciencia moral (no confundir con conciencia moral, término del que nos ocuparemos en otro apartado de la Unidad) tiene diversos grados de aplicación que van desde la plena consciencia a la completa inconsciencia o desconocimiento por variadas causas (haber tomado drogas o alcohol, un estado de perturbación mental permanente o transitorio, etc.) que en un caso extremo invalidan o disminuyen el significado moral del acto. La plena consciencia de la decisión moral se produce cuando la tomamos a través de un proceso o secuencia de reflexión racional por etapas, como sucede con cualquier razonamiento práctico.

PROCESO DE DECISIÓN MORAL

1) Establecimiento de un valor y un fin relativos a una determinada acción.

2) Formulación de la norma concreta de acción correspondiente al valor y la finalidad seleccionada.

3) Consideración de los medios adecuados para realizar esa acción.

4) Ejecución de la conducta implicada en la norma.

5) Evaluación de resultados y consecuencias.

 

La libertad del ser humano es un supuesto metafísico que parte, en el fondo, de la  aceptación implícita de un dualismo ontológico. Lo material está sujeto a leyes causales, deterministas e invariables, en tanto que lo espiritual, sea esto lo que sea, está sujeto a la libertad e indeterminación.
En sentido riguroso, es preciso hablar de la imposibilidad de controlar las innumerables variables que intervienen en la realización de la conducta humana, mientras que somos normalmente capaces de controlar las variables físicas que intervienen en los fenómenos naturales. Pero de ahí no se sigue la postulación de la idea metafísica, en sentido de Kant, de libertad.
También las leyes de la mecánica cuántica y el principio de indeterminación se aplican a un órgano como el cerebro que es, por el momento, el más complejo del Cosmos, una sofisticada computadora biológica de base cuántica. Lo que llamamos “libertad” no es sino el resultado de la aplicación de las grandes leyes de la Física que rigen de modo homogéneo la constitución material de la realidad.

 

Las tablas de la ley mosaica, junto con la actual Declaración Universal de los Derechos Humanos, son los ejemplos más conocidos de códigos éticos. El primero es una forma de naturalismo ético teológico, el segundo antropológico.

Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo.


En la fotografía, el filósofo francés en 1945.

 

ACCIÓN

Análisis y fundamentación de la ética

 

 

 

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Algunos sistemas éticos, sean históricos o actuales, pretenden, desde supuestos filosóficos idealistas o espiritualistas, fundamentar la acción moral en un conjunto de conceptos metafísicos y teológicos. Esto supone afirmar que la vía de acceso a la explicación de la moralidad no es sólo el análisis del ser humano y sus dimensiones empíricas (biológica, psicológica y sociocultural), sino también la dimensión metafísica y teológica. Los conceptos metafísicos sobre los que se pretende asentar o fundamentar especulativamente el edificio de la moralidad humana son la conciencia moral, la voluntad, la libertad, la ley natural (concepto en parte metafísico y en parte teológico) y Dios, un concepto específicamente teológico.

CONCIENCIA MORAL. Es la facultad específica de la moralidad  que nos permite, en última instancia, distinguir el bien del mal.

VOLUNTAD. Es la facultad psicológica del hombre que nos hace capaces de elegir libremente los fines que la razón práctica previamente ha elegido.

LIBERTAD. Idea  que afirma la imposibilidad de aceptar la dimensión moral del hombre y afirmar, a la vez, que no somos libres. La dimensión moral del hombre es la prueba incuestionable de la existencia de la libertad.

LEY NATURAL. La razón humana es capaz de  descubrir un orden jerárquico de normas morales, universales y permanentes que o bien proceden de Dios (naturalismo teológico), o bien proceden del análisis de la naturaleza o condición humana (naturalismo antropológico).

DIOS. La experiencia religiosa es la culminación de la moralidad humana. Sólo una persona realmente racional, que comprenda a fondo en qué consiste la dimensión moral del hombre, puede sentir finalmente la necesidad ineludible de la experiencia religiosa y la existencia de Dios. La religión es el pilar último que sostiene el edificio de moralidad humana, sin la cual esta queda incompleta y sin sentido pleno.